Los fantasmas del presente – Cuentos e historias de terror y miedo

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Los fantasmas del presente – Cuentos de terror

Muchos eran los que hablaban de aquella casa como una casa maldita, en la que, cada familia que entraba, acababa asesinada de forma macabra.

Los fantasmas del presente - Cuentos de miedo

De hecho, desde el primer asesinato del que ya hacía unos 80 años, donde un joven mató a toda su familia con un cuchillo de carnicero, las apariciones misteriosas y las presencias se fueron sucediendo, hasta el punto en que los habitantes de las casas vecinas, con el tiempo decidieron dejarlas abandonadas por miedo a que todo aquel mal se extendiese sobre ellos.

No obstante, para los Sánchez, los misterios eran cosa de creencias, y no realidades, de manera que se trataba del momento perfecto para poder rehacer su vida en una casa grande, ubicada en un pequeño pueblo, donde todo el mundo se conocía y donde la vida era totalmente tranquila.

Estaba claro que los rumores se iban a suceder, pero eso no era nada que realmente les importase, y en cierto modo, la idea de habitar y rehabilitar una casa con tanta historia era algo que les atraía.

La llegada de la nueva familia a la casa

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Los Sánchez era una familia modesta, sencilla y trabajadora, que nunca imaginó que ante ellos se abriría una posibilidad así, de manera que, en cuanto pudieron, los cuatro miembros que eran el padre, José, que tenía 44 años, la madre Ana de 39, el hijo José Ángel que acababa de cumplir los 14 y la hija pequeña, Ana María, que tenía tan sólo cinco añitos.

Cierto era que, tras estar abandonada alrededor de 10 años que fue el tiempo que pasó desde que se produjo la última matanza, no todo estaba perfecto, pero sí les llamó la atención de que la mayoría de las cosas estaban en bastante buen estado, lo que suponía una inversión menor para realizar todas las reformas necesarias.

De hecho, esto era para José y para Ana una clara muestra de que, en realidad, en esa casa sólo había historia, nada de fantasmas, y es que estaba claro que alguien la había estado cuidando durante todo este tiempo.

Pese a ellos, las miradas y los cuchicheos en el pueblo eran evidentes.

Es más, muchas personas los evitaban, como si tuviesen miedo de que, de repente, cualquiera de ellos se volviese loco y empezase a matarlos a todos.

Un primer mes tranquilo

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Durante el primer mes, la familia consiguió adaptarse perfectamente a la situación, y pudieron observar que esa casa no tenía nada de mágico, nada fantasmagórico y más allá que una historia un tanto truculenta.

No obstante, José Ángel, por ser el más curioso de la familia y por tener la edad que tenía, era el que se dedicaba horas y horas cada semana a buscar indicios de algo paranormal, de alguna señal que le llevase a descubrir esos secretos.

Incluso era habitual verlo a él más interesado por conocer el pasado de la casa que sus propios amigos, los cuales le iban contando las leyendas que sobre ella pesaban, e incluso, revelaban algunas experiencias propias vividas en carne y hueso, de las cuales, la mitad eran mentira y la otra mitad sugestión, y poco más.

Pero él tenía claro que su objetivo era desentrañar el misterio, y para ello, no cesó en su empeño de conocer con detalle todo lo ocurrido desde la construcción de esa casa que se encontraba situada en la avenida del Rosal nº 37.

Pudo conocer algunos detalles interesantes como, por ejemplo, que durante su construcción murieron seis personas, o que de las tres familias que la habían habitado desde entonces, acabaron todos sus miembros muertos, pero en realidad nunca se llegó a saber la razón por la que esto ocurría, y siempre se había culpado a la agresividad de esas personas, a ajustes de cuentas y a otras respuestas que no saciaban ninguna de las preguntas que los habitantes del pueblo y los interesados se hacían.

En cualquier caso, estaba claro que esa casa guardaba para sí un misterio que todavía no había sido revelado, y aunque él aún lo desconocía, lo cierto es que, antes de su muerte, averiguaría la razón de la locura que en ella habitaba.

Pero por el momento, todo era tranquilo, y de hecho, en un par de ocasiones estuvo a punto de tirar la toalla, y es que, esta idea que se estaba convirtiendo en obsesión, parecía que estaba más enfocada a falsas historias que a hechos que realmente ocurrieron.

Las primeras experiencias extrañas de José Ángel

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Cuando ya llevaban viviendo en la casa las primeras seis semanas, todos habían dejado un poco de lado la historia de su nuevo hogar, incluso José Ángel.

Sin embargo, el joven empezó a darse cuenta de que algunas cosas estaban cambiando.

Su familia, poco a poco, se iba comportando de forma diferente, y eso le escamaba.

De hecho, le gustaba relacionarlo con la historia de la casa, aunque en realidad no llegaba a creerlo.

De cualquier manera, tenía la sensación de que todos se habían vuelto más serios, y de hecho, lo miraban de una forma que nunca habían mirado a nadie, con una mezcla de miedo y de odio que él no podía entender.

A ratos, todo volvía a la normalidad, pero de repente, un día se levantaba y veía a su padre en la puerta de su habitación, mirándolo con la cara seria, y al abrir los ojos, se marchaba sin decir nada, o cuando su madre servía la comida en el comedor, ponía los platos de todos con cariño, como siempre había hecho, y cuando tocaba dejar el suyo, lo hacía con desdén, casi como tirándolo sobre la mesa.

Todo esto le escamaba, y aunque en alguna ocasión pensó en hablar con sus padres, al final dejaba la idea de lado, entre otras cosas porque sentía una especie de escalofrío cuando se lo planteaba seriamente, y no podía dar un paso más allá.

Este comportamiento se iba volviendo cada vez más crudo y violento contra él, algo que escapaba a su control y a su entendimiento.

Conociendo a los fantasmas del presente

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Un día, los padres invitaron a casa a un hombre de nombre Ramón, con una larga barba, un sombrero y que movía de un lado a otro un viejo bastón de madera que agarraba con su mano izquierda.

Según decían, ese hombre era un especialista médico que había ido para ayudarle a resolver sus problemas pero, ¿qué problemas?

El único problema que había era que ellos habían cambiado, que posiblemente la casa les había influido de alguna manera que él no entendía, y que, de repente, aparecía en sus vidas ese hombre tan extraño, que se asemejaba más a un médico de la Edad Media que utilizaba el cuchillo del pan para bajarle la fiebre a cortes por todo el cuerpo…

La propuesta era que se fuese con él un par de semanas para romper con la monotonía, conocer gente, y cambiar su carácter, algo que a él directamente le parecía absurdo, ya que no había tenido ni un solo problema ni con su familia ni con sus amigos, salvo este, está claro.

Acordaron que en tres días volvería de nuevo y que él debía tenerlo todo preparado para el viaje, y ahí fue cuando empezó a barajar las diferentes posibilidades que tenía ante él, ya sea escaparse de casa, negarse en rotundo, o incluso se llegó a plantear hablar con sus amigos para que lo acompañasen a la policía y contarles lo que estaba ocurriendo en casa.

Cada vez era más consciente de que algo malo estaba pasando, y le atribuía toda la responsabilidad a la casa, ya que nunca antes había experimentado ningún tipo de problema con su familia, y menos de esta índole, que quisiesen echarlo de casa e, incluso, que acabase siendo torturado por un dudoso médico de a saber dónde había salido.

Tan sólo pudo localizar a uno de sus amigos, y de casualidad, ya que el resto, sus padres le habían dicho que habían salido de excursión esos días, y no había forma de contactar con ellos.

Su amigo estaba tenso, preocupado, y de hecho observó que él mismo empezó también a sentir miedo, un miedo atroz, pero extraño, que no sabía de dónde salía exactamente.

Al final no le sirvió de mucha ayuda, y de hecho, reclinó, eso sí, muy educadamente, la propuesta de acompañarlo a la policía.

Tan sólo quedaban dos días para que llegase el momento fatídico en que tuviese que acompañar, sí o sí, a ese hombre, el cual hizo una segunda visita, y se mostraba simpático y sonriente.

De hecho, la familia también estaba especialmente contenta, y él no sabía exactamente por qué, qué era lo que pasaba realmente, y se le empezó a poner la carne de gallina cuando observó al hombre de lado, que lo miraba fijamente de reojo, y a la vez, una extraña mancha empezaba a salir de uno de sus ojos.

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Era una especie de líquido denso de color negro, sin brillo, y que iba realizando en su caída un dibujo extraño.

Parecía como uno de esos dibujos que aparecen en las profecías y en las historias de miedo… y eso fue lo que le hizo darse cuenta de que ya empezaba a hacerse tarde, y que su familia había sido poseída por lo que quiera que hubiese en esa casa, por lo que comenzaba la cuenta atrás para intentar escapar de ello y, en la medida de lo posible, salvar el cuerpo y el alma de sus padres y su hermana pequeña.

Pero, ¿qué hacer en esa situación? Nadie le ayudaba, estaba completamente solo, y era demasiado joven para saber qué podía hacer. Lo que sí tenía claro era que no iba a irse con ese hombre, faltaba más, antes prefería morir de un disparo en la cabeza que acompañar al que sabía que sería su torturador.

Habían pasado las horas, y sólo quedaba ya medio día para que pasase aquel hombre a recogerlo.

Eran las 12 de la noche, y hacía un frío bastante poco habitual en aquella zona, que sin ser un desierto, la brisa solía ser caliente en esa época del año incluso por la noche.

Lo preparó todo para salir de aquella pesadilla, y tenía claro que ya no se echaría atrás por nada del mundo, así que cogió la escopeta, la cargó y se echó al bolsillo otros dos cartuchos que utilizaría para reponer los cañones en caso de ser necesario.

La echó a su hombro y comenzó a andar.

Salió de su habitación sin hacer ruido, se asomó a la puerta de la habitación de su hermana pequeña y pudo comprobar que estaba dormida, así que siguió para delante en dirección a las escaleras.

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Justo enfrente se encontraba la habitación de sus padres; abrió la puerta lentamente y observó que también estaban totalmente dormidos.

En ese momento, apoyó en su hombro la escopeta y, sin dudarlo un momento, apuntó a la cabeza de su padre, al cual disparó el primero de los cartuchos.

Su madre despertó con el ruido, pero apenas le dio tiempo a entender qué era lo que estaba pasando cuando salió el segundo disparo que impactó directamente en su pecho, lo cual hizo que tardase algunos minutos en morir.

Sin embargo, José Ángel no esperó y salió en dirección a la habitación de su hermana, la cual se había escondido debajo de la cama.

Mientras tanto, estaba cargando los otros dos cartuchos que había metido en su bolsillo.

Al ver que era su hermano, la pequeña salió a abrazarlo para escapar de la casa, pero apenas le dio tiempo a pronunciar su nombre, cuando el joven disparó por tercera vez, acertando en esta ocasión a la niña pero sin matarla, por lo que tuvo que realizar un segundo disparo a quemarropa, y esta vez sí, mortal de necesidad, mientras en la otra habitación su madre lo escuchaba todo sin poder hacer nada, segundos antes de acabar muriendo finalmente.

Una vez que José Ángel envió a sus padres a lo que para él era el cielo, se sintió aliviado de haberlos salvado, pero sabía que ahora tendría que hacer frente al maleficio de la casa.

En ese momento se empezaban a escuchar las sirenas de la policía, y salió por el pasillo en dirección al baño pero, antes de entrar, se pudo ver en el espejo, y ahí fue cuando se dio cuenta de que él nunca fue la víctima de su familia, sino la mano que actuaba como verdugo de la casa, y que todo aquello que había creído ver, en realidad fue la imagen creada por los fantasmas del presente que, una vez más, alimentaron para su subsistencia esa casa con cuatro nuevas víctimas.

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