El duende en el armario – En una tranquila casa de campo, vivía una familia compuesta por un matrimonio y su pequeña hija, Emily. La casa estaba llena de risas y alegría durante el día, pero al caer la noche, algo inquietante sucedía.
El duende travieso
Emily afirmaba escuchar susurros y risas apagadas que provenían del armario en su habitación. Sus padres, atribuyendo los sonidos a su imaginación infantil, trataban de calmar sus miedos y le aseguraban que no había nada de qué preocuparse.
Sin embargo, los susurros en el armario persistían y Emily se volvía cada vez más inquieta. Una noche, mientras estaba acostada en su cama, vio una pequeña figura escurridiza salir del armario. Era un duende travieso, con ojos brillantes y una sonrisa juguetona.
El duende se burlaba de Emily, escondiéndose detrás de juguetes y moviendo objetos en su habitación. Aunque Emily estaba asustada, también se sentía intrigada por la presencia del pequeño ser.
A medida que pasaban las noches, Emily y el duende empezaron a entablar una extraña amistad. Aunque era un ser travieso, el duende también tenía un lado tierno y juguetón que atraía a la niña. Juntos compartían secretos, risas y aventuras nocturnas.
Emily mantenía en secreto la existencia del duende, ya que sabía que sus padres no lo creerían y podrían pensar que estaba inventando historias. La complicidad entre la niña y el duende se fortalecía cada día más.
El cambio en el ambiente
A medida que el duende se volvía más presente en la vida de Emily, la atmósfera en la casa empezaba a cambiar. Los objetos seguían desapareciendo y apareciendo en lugares inesperados, y extraños ruidos llenaban las noches.
Los padres de Emily comenzaron a notar que su hija estaba inquieta y distraída durante el día. No entendían qué estaba pasando, pero sabían que algo la estaba afectando.
Una noche, mientras los padres de Emily estaban despiertos conversando en la sala, escucharon risas suaves que venían del cuarto de su hija. Intrigados, se acercaron sigilosamente a la puerta y abrieron con cuidado.
Para su sorpresa, encontraron a Emily jugando con un pequeño duende en su habitación. Los padres quedaron atónitos al ver al ser mítico que siempre habían considerado como parte de leyendas y cuentos.
El entendimiento y la aceptación
Emily explicó a sus padres cómo había conocido al duende en el armario y cómo se había convertido en su amigo. Aunque al principio los padres estaban preocupados, al ver la alegría en los ojos de su hija, empezaron a aceptar la presencia del duende en sus vidas.
Comprendieron que, aunque inusual, la amistad entre Emily y el duende era genuina y especial. A partir de entonces, se acostumbraron a la presencia del pequeño ser en su hogar.
La presencia del duende en el armario enseñó a la familia la importancia de valorar la amistad en todas sus formas, incluso aquellas que podrían parecer inusuales o misteriosas. Aprendieron que la amistad podía surgir en los lugares más inesperados y que no debían temer lo desconocido.
La casa de campo se llenó de risas y alegría nuevamente, y Emily y el duende continuaron con sus travesuras nocturnas, compartiendo una amistad única que trascendía los límites entre el mundo humano y el mundo mágico del duende en el armario.
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